Director: Lorcan Finnegan
Guion: Lorcan Finnegan y Garret Shanley
Año: 2020
Vivarium: un contenedor cerrado preparado para ver o estudiar a alguna criatura, algo así como un acuario. Con un nombre como este para una película de horror lleva a pensar que el sentido de claustrofobia y la atmósfera serán sus armas más letales y es justo esto lo que propone esta película.
Una pareja entra en la oficina de un agente de bienes raíces interesados en adquirir un hogar. Dada la insistencia del extraño agente, la pareja decide ir a ver la urbanización que él les propone para vivir. Luego de ver la unidad y ya listos para irse descubren que el agente desapareció y ahora se encuentran atrapados en este laberinto suburbano que, en vez de ser la urbanización de sus sueños, se convierte en una pesadilla.
Incapaces de poder escapar del lugar, Tom y Gemma comienzan a habitar una de las unidades, donde comienzan a aparecer cajas con suministros y hasta un bebé recién nacido que ahora deben cuidar. “Vivarium” es claramente una metáfora del horror de la vida cotidiana suburbana, donde la vida se hace repetitiva y monótona al punto de llevar a la desesperación. La responsabilidad de criar a un niño por el que no sienten ninguna afinidad y cuyo extraño comportamiento se vuelve insufrible afecta su humor y su relación, nuevamente tirando de la metáfora de los horrores de la vida suburbana.
La pareja de Tom y Gemma es interpretada por Jesse Eisenberg (“Zombieland: Double Tap”) y Imogen Poots (“28 Weeks Later”) y junto a la cinematografía y la atmósfera incesantemente abrumadora son su mejor atributo. La química entre la pareja es innegable y nunca dudas de su relación, pero también son capaces de demostrar lo que pasa por su cabeza con su lenguaje corporal. En una película donde se enfoca tanta atención en como la vida monótona afecta la psicología de una persona y la relación de una pareja esto es importante y ambos hacen un excelente trabajo en demostrar estas emociones.
La cinematografía es siempre alusiva a esa monotonía y simetría que de manera poco sutil es criticada por el director Lorcan Finnegan (“Without Name”) con un guion que coescribe junto a Garret Shanley (“Self-Assembly”). La composición visual siempre es efectiva en llevar esa emoción y en representar la urbanización con una perfección y simetría que logra converger opuestos como la claustrofobia y la infinidad en imágenes tan estimulantes como monótonas. Más que una urbanización real, la cinematografía consigue que se sienta que la historia tiene lugar en una maqueta o en un terrario, ofreciendo ese sentido de siempre estar vigilados.
Donde “Vivarium” falla es en como presenta su historia. Su mezcla de suspenso (no es realmente horror) con la ciencia ficción y unas pinceladas de humos negro la hacen sentir como si fuera un episodio alargado de “The Twilignt Zone” o “Black Mirror” y en este alargue es donde puede perder al espectador. El establecimiento de la trama y el problema parten de un concepto interesante que se extiende por casi la primera mitad de la película hasta llegar a un segundo acto que ejemplifica la monotonía de la vida suburbana que critica en su ritmo, que luego recobra en un desenlace sumamente interesante, aunque predecible, pero que pasa como una ráfaga de viento que te deja deseando que hubiese durado más.
“Vivarium” mezcla la ciencia ficción y el suspenso con el horror de la vida cotidiana en el suburbio donde la monotonía y las responsabilidades atentan contra la psicología individual y las relaciones de pareja. Las grandes actuaciones de sus protagonistas y la cuidada estética que siempre representan su metáfora son su mejor recurso, pero la película se ve lastrada cuando la monotonía que representa percola en su desarrollo y desespera al espectador esperando por algún evento que mueva los cimientos de la trama y la pongan en movimiento. Los que disfruten de tramas extrañas y desarrollos lentos bajo un lente artístico disfrutarán de “Vivarium”, pero requerirá paciencia de los que busquen algo con un ritmo más acelerado.
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