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lunes, 28 de octubre de 2019

Reseña: The Babadook

Director: Jennifer Kent
Guion: Jennifer Kent
Año: 2014

Ser padre no es tarea sencilla y esto es fácilmente traducido al cine de horror como ha quedado ejemplificado en clásicos como “The Omen” o en títulos más recientes como “Bloodline”. Ser padre soltero es un reto aún mayor, ya que toda la carga física, emocional y económica de criar a un hijo recae sobre una persona. Si esto llega como el horror de inesperadamente perder a una pareja, puede ser la receta perfecta para desarrollar depresión y otros problemas psicológicos.

En “The Babadook”, luego de perder a su esposo en un fatal accidente antes de dar a luz, Amelia se convierte en madre soltera. Su hijo Sam no hace las cosas fáciles al ser un niño sumamente inquieto y demandar mucha atención. Mientras la vida de Amelia poco a poco cae en pedazos bajo el estrés de ser madre soltera, en su casa aparece un libro de cuentos que tiene como personaje principal a Mr. Babadook. La presencia de este personaje en su hogar es cada vez más real a la vez que sus emociones salen de control.

“The Babadook” es el debut direccional y como guionista de Jennifer Kent (“The Nightingale”) en un largometraje. En esta película australiana hace uso de temas y miedos adultos a través del drama psicológico atado con las fantasías y miedos en la mente de un niño y características del cine de horror. Si algo queda claro sobre esta directora y guionista en esta película es su desinterés por temas someros y sustos fáciles y un gran aprecio por el cine de horror clásico. 

Kent hace uso de una paleta de colores sumamente sobria durante toda la película que tiene la doble función de servir como tributo al cine en blanco y negro, al igual que establecer el tono basado en la condición psicológica de Amelia, que es lo que termina alimentando la trama. La prominencia de tonos grises y la ausencia de colores vivos grita a viva voz sobre la depresión en la que vive sumida Amelia por la ausencia de su esposo y lo difícil que se le hace criar a Sam. Ambos actores, que son quienes llevan la mayoría del peso de la película, hacen un trabajo fenomenal. Essie Davis (“Assassin’s Creed”) como Amelia siempre deja claro las emociones que siente, ya sea frustración, coraje o ambas luego de una acción sexual interrumpida y Noah Wiseman hace bien su papel de niño tan adorable como insufrible.

Aparte de los colores, la directora usa otros elementos inspirados en el cine de horror clásico en blanco y negro. El más interesante es el uso de stop-motion en algunas escenas donde aparece la criatura bautizada como Mr. Babadook, lo que lleva a que este tenga movimientos extraños que recuerdan el cine clásico y la predilección por el uso de efectos prácticos y rehuir del CGI. Todo esto complementa la fuerte influencia de los temas psicológicos que se presentan en la trama en el apartado audiovisual.

Abordando el horror psicológico, esta película explora varios temas adultos donde la depresión y el luto juegan el papel principal. Inicialmente vemos el efecto de estos en el físico de Amelia, pero poco a poco, sumados al desgaste que significa su hijo Sam, vemos cómo se acentúan y comienzan a expresarse en su salud mental. Todos estos temas se trabajan de forma muy inteligente y espera lo mismo del espectador, dejando que este sea el que lea el entrelíneas en las situaciones, como en las reacciones de Amelia, la metáfora que presenta Mr. Babadook y la procedencia del libro, sin perder el enfoque en el horror psicológico que supone todo esto.

“The Babadook”, aparte de tener un componente que invita a pensar en lo sobrenatural, trabaja su horror basado en la carga emocional que corresponde perder a una persona querida y convertirse en padre soltero. La sutileza en la que se presentan los eventos y revelaciones y la sobriedad del apartado visual complementan la atmósfera lúgubre e incómoda que le da ese tono terrorífico. Esta película no se conforma con ser una simple y algunos sustos, sino que trabaja temas complejos, complementados por los elaborados visuales y requiere de un espectador que esté dispuesto a pensar sobre lo que está viendo.





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